lunes, 10 de marzo de 2008

NOTAS DEL IDIOMA (55)

De un artículo sometido a consideración de Iatreia: “La comprensión de su fisiopatología es aún incipiente, lo cual ha redundado en una falta de agentes profilácticos específicos”.

El verbo intransitivo (o sea, que se construye sin complemento directo) redundar tiene dos acepciones (DRAE): 1. Dicho especialmente de un líquido: rebosar, salirse de sus límites o bordes por demasiada abundancia (sinónimos: derramarse, salirse, refluir) 2. Dicho de una cosa: venir a parar en beneficio o daño de alguien o algo (sinónimos: resultar, causar, acarrear, venir a parar). Según esta segunda acepción, está bien usado este verbo en la frase citada.

Etimología

Redundar proviene del latín redundare ‘desbordarse, estar inundado de, estar demasiado lleno, ser muy abundante’, de red- ‘hacia atrás’ + undare ‘ondear, hacer ondas el agua del mar, agitarse, desbordarse, salirse de madre, inundar’, de unda ‘onda, ola’. De la misma familia etimológica son abundar, inundar y sus correspondientes sustantivos.

Recordemos que la redundancia en lingüística es la repetición o uso excesivo o inútil de una palabra o concepto. Según el Diccionario del Español Actual, la redundancia es “La parte de un mensaje innecesaria para que este sea esencialmente completo”.

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De El Colombiano, página 4a, 21 de enero de 2008, columna de la periodista Sonia Gómez: “Aún contando con las diferencias de costos de atención de un embarazo y parto, vale 6 a 7 veces más atender un parto que prevenirlo (…)”.

Dice la regla “La palabra aun se debe escribir con tilde – aún – cuando pueda sustituirse por todavía sin alterar el sentido de la frase. Ejemplo: aún no ha llegado (no ha llegado todavía). En los demás casos, es decir con el significado de hasta, también, inclusive, se escribirá sin tilde”. En la frase citada no puede sustituirse por todavía pero sí por inclusive; por lo tanto, no debe llevar tilde.

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De un artículo sometido a consideración de Iatreia: “En pacientes con falla cardíaca se altera la relación entre la ventilación minuto y la producción de CO2, como resultado del aumento en la ventilación secundario a la alteración de la relación ventilación/perfusión por el bajo gasto cardíaco y el incremento en la producción de CO2.

Este párrafo es un buen ejemplo de cacofonía, es decir, de la “disonancia que resulta de la inarmónica combinación de los elementos acústicos de la palabra”. Suena mal porque en él se repite nueve veces en tres renglones el sonido ción/sión. Sin embargo, por tratarse de un lenguaje esencialmente técnico es muy difícil corregirlo; invito a los lectores a enviarme propuestas en ese sentido.

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“El Gobierno Venezolano no tiene ninguna intencionalidad de confrontar y agredir (…)”. El Colombiano, página 3a, 28 de enero de 2008.

El uso de la palabra intencionalidad en esta frase es un ejemplo de sesquipedalismo, o sea, de preferir la palabra más larga aunque la más corta – en este caso intención – sea perfectamente adecuada para lo que se quiere expresar.

Insistamos en la necesidad de evitar el sesquipedalismo; cito al respecto a la autora Soledad Moliner*: “Uno de los males contemporáneos del español es el llamado sesquipedalismo, consistente en alargar las palabras con la idea de que eso hace mejores las ideas. Generalmente, el mecanismo consiste en extraer del sustantivo relativo a un verbo un nuevo infinitivo más inflado y pomposo: influir-influencia-influenciar; poner-posición-posicionar; concreto-concretar-concretizar. Si continúa el engorde, llegará el día en que el verbo hinchado dará a luz nuevos sustantivos o infinitivos aún más obesos: influenciación, posicionamentar, concretización. Ya está ocurriendo…”

* Moliner S. Pida la palabra, 1ª ed. Buenos Aires: Aguilar, 2005, p. 85.

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Federico Díaz González
Editor de Iatreia
www.notasdelidioma.blogspot.com

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