jueves, 17 de julio de 2008

NOTAS DEL IDIOMA (65)


“La Clínica (…) busca entregar los mejores y más óptimos servicios de salud”. (El Colombiano, 11c, 1 de abril de 2008).

El comparativo y el superlativo de bueno son, respectivamente, mejor y bonísimo, aunque muchos hablantes cambian este último por buenísimo. Existe también un superlativo de uso culto: óptimo. Dichos superlativos expresan la idea de que algo es inmejorable. Por lo tanto, no admiten el adverbio comparativo más. La frase citada, amén de incorrecta por incluir tanto el comparativo como el superlativo de bueno, incurre en el error de incrementar este último. Hubiera bastado con escribir: “La Clínica (…) busca entregar servicios óptimos de salud”.

Hay dos formas de expresar la búsqueda de la mejor manera de llevar a cabo una actividad: optimación y optimización; los respectivos verbos son optimar y optimizar.

Etimología

Óptimo se derivó del latín optimus ‘el mejor, excelente’, y este, a su vez, del indoeuropeo op-tamo-, superlativo de op- ‘producir mucho, trabajar’. De la misma familia etimológica, por provenir de op-, son las siguientes palabras: opus (obra que se numera con relación al conjunto de la producción de un compositor), ópera, opúsculo (obra científica o literaria de poca extensión), opulento, opíparo, optimista, acopio, copia y copioso.
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“La Clínica (…) es una entidad comprometida que busca mejorar la capacidad resolutiva y una mayor integralidad”. (El Colombiano, 11c, 1 de abril de 2008).

La palabra integralidad no está registrada en el DRAE, ni siquiera como avance para la 23ª edición. Tampoco lo está en el Diccionario del español actual. Sin embargo, es de amplio uso como lo demuestra una búsqueda en las páginas de Google en español, el 6 de abril de 2008, que dio como resultado 219.000 citaciones, entre ellas las siguientes: “¿En qué consiste la integralidad de los derechos humanos?” “Evaluación de la calidad e integralidad de la atención a los pacientes diabéticos (…)”. “Del relacionismo a la integralidad: la comunicación oral en los cursos de español (…)”. “Destacan la integralidad de las labores de recuperación del municipio Río Cauto”. “Derechos ambientales en perspectiva de integralidad”. “Integralidad: características del plan “Bogotá Positiva”. “Resaltan integralidad de la estrategia antidrogas peruana”.

De la lectura de algunas de estas páginas se puede concluir que un proyecto o programa o enfoque se caracteriza por su integralidad cuando abarca los diferentes aspectos del asunto al que se refiere.

“El genio del idioma es analógico” dice Alex Grijelmo en su obra El genio del idioma. Analogía es, en lingüística, (DRAE) “Creación de nuevas formas lingüísticas o modificación de las existentes, a semejanza de otras”. Por esa analogía, integralidad se derivó del adjetivo integral, como letalidad de letal, mortalidad de mortal, fatalidad de fatal, casualidad de casual, finalidad de final, etc. Sin embargo, no se puede olvidar que la misma idea de 'abarcar todas las partes de algo' se puede expresar con el sustantivo integridad, que es la 'cualidad de íntegro', adjetivo cuya primera acepción es 'que no carece de ninguna de sus partes'. Entonces, integralidad no es otra cosa que un sesquipedalismo (alargamiento innecesario de una palabra) ampliamente difundido.
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Refiriéndose a una mujer con tracoma, escribe un columnista de El País, de España, lo siguiente en su artículo titulado “Se aguan los ojos de los arroceros” (Suplemento Generación de El Colombiano, 18 de mayo de 2008): “(…) ha sufrido durante años las terribles molestias del tracoma en los ojos, que le hacían llorar continuamente y le estaban conduciendo irremediablemente a la ceguera”.

En este párrafo incurre el columnista dos veces en el error llamado leísmo, o sea, citando el Diccionario panhispánico de dudas, “el uso impropio de le(s) en función de complemento directo, en lugar de lo (para el masculino singular o neutro), los (para el masculino plural) y la(s) para el femenino que son las formas a las que corresponde etimológicamente esa función”.

La frase se corrige así: (…) que la hacían llorar continuamente y la estaban conduciendo irremediablemente a la ceguera”.
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Federico Díaz González
Editor de Iatreia
www.notasdelidioma.blogspot.com

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